La vida en ocasiones te sorprende y pone en tu camino
personas encantadoras, generosas, divertidas y agradecidas. He tenido la suerte
de conocer a dos de esas personas, Tere y Jesús.
Ellos me confiaron un tesoro, al cual le tienen mucho
cariño, un comedor del siglo pasado, que no se querían deshacer de él, pero que
necesitaba un lavado de cara y algún pequeño arreglo.
Después de muchas
horas de trabajo, muchos pliegos de lija,
algún que otro retoque de resina, un
buen tratamiento para esos bichejos molestos que les gusta tanto la madera,
y
dos o incluso en algunas zonas tres manos de barniz, la vitrina ya está de
vuelta en su comedor.
Aun queda mucho
trabajo por hacer, pero es de esos trabajos que se hacen con mucho cariño,
porque la recompensa del trabajo terminado y elogiado, sobre todo elogiado,
hace que se disfrute mucho más.
Gracias Tere y Jesús por confiarme vuestro tesoro.